~El Arbol Sagrado~
 

 
 

 

El Matrimonio Celta

Escrutar y estudiar aspectos concretos de la sociedad celta y profundizar en las relaciones sociales de sus componentes y abreviadamente de la mujer dentro de dichas estructuras, es una tarea ardua y resbaladiza pues no existe demasiada información, al menos en lengua castellana. Amparado por la tribu, el clan y la familia, se convirtió en un acontecimiento importante, en muchas ocasiones místico-espiritual, en la vida de los antiguos celtas.

Autores clásicos, griegos y romanos, nos relatan como las mujeres celtas poseían el privilegio, por el cual aquellas féminas podían escoger su pareja ante el Matrimonio y de rechazar cualquier imposición matrimonial. Como acto social y tribal, entre los celtas, cuando una muchacha entraba en una edad considerada apta para el casamiento, se organizaba un gran festín, al que se invitaban a todos los jóvenes solteros, la muchacha en un acto ritual con un profundo sentido místico escogía al que ya había elegido previamente, en recíproca correspondencia, y le ofrecía agua para que el joven se lavara las manos, este protocolo era el abierto compromiso ante parientes y tribu en general de que ambos se amaban y deseaban enlazar sus vidas con el rito matrimonial.

Podríamos equipararlo a la actual, pero ya algo en desuso “petición de mano”, con la particularidad de que era la mujer celta y no el varón quien hacía la petición. En otros casos era la mujer quien era cortejada, pero pudiendo desdeñar a todo pretendiente que no le satisficiera, fuera cual fuera la posición social de éste. Entre los celtas galeses, y más concretamente entre los que habitaban en la zona de Gwynedd, el ritual era semejante, si bien la edad óptima para acceder al matrimonio era entre las muchachas, la de 12 años y entre los varones de 14.

Edades en las que se consideraba que ambos sexos, eran ya responsables de sus actos, cesando la tutela paterna y adquiriendo los derechos para poseer bienes, el varón a esa edad entraba ya en la clientela del jefe y era apto para la vida militar. Al parecer, los antiguos celtas consideraban a las mujeres más adelantadas en adquirir madurez mental, más aventajadas en adquirir madurez física y más prontamente evolucionadas para tomar responsabilidades sociales y alcanzar antes mayor conciencia espiritual.

Cuando se celebraban los esponsales, todos los parientes de los dos contrayentes estaban presentes, puesto que el acto de abandonar una familia para formar otra, era un hecho de suma importancia para que la colectividad se abstrajera, había previamente un acercamiento y unos acuerdos entre las familias de los futuros cónyuges en los que se fijaba la dote, sin importar la clase social a la que pudieran pertenecer. El hombre que se casaba debía aportar la dote, pero la mujer debía aportar igualmente en las mismas condiciones y cantidad, en caso de viudedad, cualquiera de los desposados que sobreviva al otro, solo podía disponer de su parte, más el producto o beneficio de esa comunidad de bienes.

En Irlanda y Bretaña, ocurría lo mismo, pues el hombre que se desposaba, debía aportar la Coibche o especie de precio simbólico por su futura esposa, en este caso, ésta iba destinada al padre de la pretendida, pero solo si la mujer se casaba por vez primera, si era el segundo matrimonio de la mujer, el padre únicamente recibía los 2/3 de la dote y el tercio sobrante se lo apropiaba la pretendida, si era su tercera boda, el padre solo recibía la mitad y la novia el resto y así sucesivamente, si el padre ya había fallecido, este derecho recaía en el hermano mayor de la desposada, pero solo tena derecho a la mitad de lo que le hubiera correspondido al padre.

En el Libro de las Invasiones irlandesas, la polémica que se plantea entre Fer y Fergnia, hermanos, hijos de Patholan, éste tuvo de su esposa tres hijos: Fer, Fergnia y Rudraige; y doshijas: Iain y Ain. Fer se casó con Ain y Fergnia con Iain, el matrimonio era entonces una transaccin comercial, las mujeres se vendían aunque fuera en la leyenda y simbólicamente.

En el primer matrimonio, el precio de dicha venta o dote pertenezca íntegramente al padre, si este no había muerto. De lo contrario, una mitad era para el miembro de la familia que hubiese recibido la herencia del padre y fuese el jefe de la familia, y la otra mitad para la mujer que se casaba, el problema surgió cuando se tuvo que establecer cual de los dos hermanos debía ejercer el derecho de jefe de la familia y percibir la mitad del precio o dote de sus hermanas. Muerto Partholan, como no llegaron a un acuerdo recurrieron a las armas para solventarlo, este fué el primer duelo judicial con sus consecuencias violentas, que tuvo lugar en Irlanda.

Algunos autores citan antiguas leyes que hablan de que la Coibche poda ser pagada en cómodos plazos anuales.

La mujer celta irlandesa no entraba en la familia del marido, ni perdía su capacidad legal de tener bienes propios, podía litigar en un caso legal, podía ser titular de derechos y demandar a sus deudores como no ocurría en la sociedad romana contemporánea, dentro de estas leyes, por el contrario si su consorte era asesinado, no era ella la beneficiaria de la compensación debida, sino que esta era recibida por la familia de su esposo, en la sociedad germánica tampoco la mujer podía heredar, a causa del conocido privilegio masculino que desembocó en el derecho de primogenitura y en la famosa Ley Sálica, la que excluía del trono a la mujer y sus descendientes.

Pero la mujer celta irlandesa también hacía su aportación al matrimonio mediante otra dote, que era llamada tinnscra, o conjunto de regalos que sus parientes le habían obsequiado, estos presentes eran propiedad personal de ella y aún en caso de disolución de los lazos matrimoniales, fuese por muerte del marido o por divorcio nunca perdía esas pertenencias. En Gales, el método seguido era parecido, la coibche irlandesa se denominaba “gobyr” y la mujer hacia su aportación dotal que recibía el apelativo de “argweddy”.

El término "luna de miel" se originó entre los celtas de Gales, donde los recién casados se retiraban, cuentan las leyendas, por varios días a observar la luna y comer dulces de fruta y beber hidromiel, como actos rituales de una alianza entre iguales, que debía comenzar con los mejores augurios y de la mejor manera posible. En cuanto a la disolución matrimonial o divorcio, realmente era de una facilidad sorprendente, incluso para las sociedades actuales. Como primera consideración, se debe resaltar que el matrimonio entre los celtas no era de carácter obligatorio, pues se reconocían igualmente, lo que hoy llamamos “parejas de hecho”. Como segunda consideración, debemos tener en cuenta que era más un contrato social sujeto a ciertas cláusulas que un acto religioso. Si esas condiciones eran incumplidas por alguno de los cónyuges, dicho acuerdo caducaba.

Como tercera consideración consta que esos lazos conyugales reposaban sobre la libertad de los cónyuges, de manera que era más una unión libre protegida por las leyes y que en cualquier momento podía dejar de tener vigencia. Pero el divorcio entre los celtas distaba mucho de ser el típico repudio a la romana, donde era el hombre quien ejercía este privilegio. Incluso en la primitiva sociedad romana cristianizada, en la cual los pudientes alegando falsas razones de consaguinidad o de incapacidades femeninas para alumbrar hijos varones ejercían el mencionado derecho romano, la mujer, de nuevo, era la perjudicada, e incluso castigada si era hallada adúltera, cosa que no ocurría con el hombre que cometía adulterio, al cual se le permitían esos deslices.

El divorcio celta por el contrario emplazaba a ambos cónyuges en la más estricta igualdad y por supuesto no castigaba a ningún adúltero, tan solo se concedía el divorcio, ahora bien, como hecho diferencial, se admitía la poligamia y poliandria, la admisión no significaba que todo celta la practicara, sino que era permitida legalmente por quien deseaba practicarla y siempre con pleno consentimiento del cónyuge. En Irlanda este concubinato o casamiento contractual, expiraba coincidiendo con alguna de las grandes festividades druídicas, en el caso de concubinato se contrataba a una segunda, tercera o más mujeres por un año, y recibían el nombre de “ben urnadma”, dicho contrato podía ser renovado al cabo de ese tiempo y también debía contar con la aprobación de la primera esposa. Si ésta no daba su consentimiento y el hombre persistía en su intención, era tal hecho, motivo de divorcio, de todas maneras este concubinato amparado por las leyes, no mermaba en nada los derechos de la primera mujer o de la esposa legítima, llamada “cet muinter” o matrona, la cual conservaba sus privilegios e incluso estaba por encima de las concubinas, las cuales le servían de soporte y ayuda en las diferentes tareas que la matrona debía asumir.

Si el hombre celta irlandés se casaba con una nueva mujer, sin haberse divorciado de la anterior, o con su consentimiento, la “coibche” se concedía a ésta, en vez de ir a parar a la segunda o a sus parientes, de igual manera, si ocurría una reconciliación tras el divorcio, el hombre debía pagar una nueva “coibche”.En realidad había numerosas razones para divorciarse, según las leyes célticas, desde las injurias o insultos hasta el mal aliento, aunque parezca gracioso. Pese que el hombre como tal era, el jefe de la familia, del clan o de la tribu, no en todos los casos pero sí en la mayoría. Dentro de la pareja, esta autoridad, era más ambigua, en Irlanda las leyes amparaban casos bien diferenciados del papel de cada cónyuge dependiendo de sus respectivas fortunas.

En las leyendas irlandesas hay un claro exponente de ello, en el conocido relato de la pareja, Medb reina de Connaugth y su esposo Ailill que desemboca en una guerra abierta contra el Ulster, contada en el “Tain Bó Cualinge” por la posesión de un toro que si pasaba a propiedad de dicha reina sobrepasaría la fortuna de su esposo y, por tanto, conseguiría también la autoridad en su matrimonio, en los casos en los cuales la mujer tenía toda la autoridad, que confería la ley dentro de la pareja, el hombre recibía el apelativo de “fer fognama” u hombre de servicio.

También tenemos el caso de Castimandúa, reina polémica de los brigantes y amiga de Roma, quien rechazó a su esposo Venutio, que también era de sangre real, pero bajo su autoridad, éste acaudilló una revuelta contra su propia esposa para apoderarse del trono, amigo y aliado de los romanos recurriendo la reina estos para sofocar la revuelta y mantener el poder, alrededor del año 70 se casó de nuevo, con su escudero Vellocato, produciéndose una nueva rebelión contra ella y teniendo que ser rescatada de nuevo por los romanos.

Pero ni en estos casos, ni en los casos de poliandria o poligamia, la pareja del cónyuge se veía menospreciada socialmente. La sociedad pagana celta no conoció afortunadamente el concepto de pecado hasta la invasión espiritual cristiana. Por lo tanto, ni en el matrimonio, ni en la sexualidad, ni en el amor, conceptos que podían ir ligados entre sí o no, se admitía en esas combinaciones la noción cristiana de escándalo social o pecado religioso condenado por un dios. En primer lugar, porque los dioses celtas, sus actos e interacción entre ellos mismos eran reflejo de la misma sociedad que pensaba en ellos.

 

 
 

 

 
 

 
 
 
 
 

Diseñada el día 13 /09/ 2015, rediseñada el 20/ 09/ 2023
Esta página Web ha sido realizada sin ningún ánimo de lucro. Sus imágenes son cogidas de Internet y otras diseñadas por mi.
Derechos de autor protegidos por la Ley de Propiedad de Madrid y por las Leyes Constitucionales de la Legislación española vigentes.
Autora y Webmaster:
By MarianDesigns © 2023