Cerridwen
Cerridwen
es el
nombre
galés,
de la
Diosa
Triple y
a la
cual
Avalon
está
dedicada.
La Diosa
que
poseía
el
Caldero
de la
sabiduría.
Según el
Romance
de
Taliesin,
(contenido
en El
Libro
Rojo de
Hergest
junto
con una
colección
de
romances
que los
antiguos
bardos
cantaban
acompañados
por su
arpa,
escrita
en el
siglo
XIII),
esta
diosa
tiene
dos
hijos
que
representan
los
aspectos
luminoso
y oscuro
que
emergen
de la
Única:
su hija
Crearwy,
es la
más
hermosa
y blanca
del
mundo y
su hijo
Afagddu,
oscuro y
tremendamente
feo.
Cerridwen,
dueña
del
Caldero
del
Otromundo
– donde
se
cocinan
la
inspiración
y el
conocimiento
sagrado-,
decide
preparar
una
poción
que dará
a
Afagddu
el don
de la
suprema
inteligencia
y la
visión,
para
consolarlo
de su
extrema
fealdad.
Para
ello
debe
añadir
las
hierbas
mágicas
apropiadas,
recogidas
en las
horas
planetarias
debidas
y hervir
esta
poción a
fuego
lento
durante
un
iniciático
año y un
día.
Para
ayudarla
escoge
al
pequeño
Gwion,
quien
durante
todo ese
tiempo
remueve
el
caldero
bajo la
advertencia
de no
tocar el
líquido
ardiente.
Al
cumplirse
el plazo
tres
gotas
candentes
caen
sobre su
dedo, y
por el
ardor se
las
lleva a
la boca. Gwion de
inmediato
conoce
la
naturaleza
y el
significado
de todas
las
cosas
del
pasado,
presente
y
futuro,
y así se
da
cuenta
de que
tiene
que huir
de la
furia de
Cerridwen.
Ella lo
persigue
a través
de un
ciclo de
formas
cambiantes,
que
corresponden
tanto a
animales
totémicos
como a
la rueda
del
año: él
es
liebre,
ella
perro de
caza; él
pez,
ella
nutria; él
pájaro,
ella
halcón,
él grano
de
trigo, ella
una
gallina
negra
que
finalmente
se lo
traga.
Cuando Cerridwen
vuelve a
su forma
original
está
embarazada
y nueve
meses
después
lo da a
luz.
Como a
tantos
otros
niños
mitológicos,
lo mete
en un
saco de
cuero y
lo deja
en el
mar,
donde lo
encuentra
el
príncipe
Elphin,
quien le
da el
nombre
de
Taliesin,
«muy
valioso»
«el
radiante»,
quien se
convierte
en el
bardo
más
grande
de todos
los
tiempos.
Somos
los que
hacen la
música
Y los
que
sueñan
los
sueños,
Vagando
por
solitarios
acantilados,
Sentados
junto a
desolados
arroyos;
Perdedores
del
mundo y
del
mundo
desertores
Sobre
quienes
brilla
la
pálida
luna;
Aún así
parece
que
siempre
seremos
los
motores,
los
agitadores
del
mundo.
A.
O’Shaughnessy
(1844-81)
Un bardo
es el
que
sabe. La
historia
vive en
su
memoria.
Lo que
fue, lo
que ha
sido, se
resuelve
siempre
en el
presente
en que
se canta
y
atisba,
pre-ve
el
futuro.
Si el
tiempo
es
espiral,
como
Caer
Sidi el
castillo
de la
muerte
que
lleva a
la vida
-y es de
cristal-,
el
pasado
tiene en
si el
futuro y
un
bardo,
un
poeta,
si lo
es,
vierte
las
palabras
sagradas
con que
la Diosa
lo
nutre.
Es
entonces
que
nuestro Taliesin,
porque
nuestro
es todo
lo
humano,
se
convierte
en la
palabra
detrás
de lo
que es,
que
sucede,
que
manda y
construye.
Y así
como
desenmascara
la falsa
poesía
con su
verdad y
su magia
en la
corte de
Elphin,
se llega
a
convertir
– a
pesar de
los
siglos-
en el
mentor
del
legendario
Arturo,
que
representa
la luz
del sol
que
continúa
pese a
los
cambios
que
puedan
ocurrir
en esta
tierra.
En Caer
Sidi
está el
caldero
de
Cerridwen,
donde la
inspiración
y la
sabiduría
yacen.
En Caer
Sidi los
seres
que
mueren
recorren
su
cristalino
espiral
para
llegar a
la
salida
guiados
por
Ariadna
y
continuar
la vida.
El
caldero
se
alimenta
de esa
sabiduría
adquirida
por los
que han
sido y
nutre a
los que
serán.
En Caer
Sidi es
claro
que la
muerte
es
trasmutación.
Y
transmutación
es
magia.