La tradición celta
posee una hermosa
concepción del amor
y la amistad. Una de
sus ideas
fascinantes es la
del amor del alma,
que en gaélico
antiguo es Anam
cara, «Anam»
significa «alma» en
gaélico, y «cara» es
«amistad». De manera
que «Anam-cara» en
el mundo celta es el
«amigo espiritual».
En la iglesia celta
primitiva se llamaba
Anam cara a un
maestro, compañero o
guía espiritual. Al
principio era un
confesor» a quien
uno revelaba lo más
íntimo y oculto de
su vida.
Al Anam cara se le
podía revelar el yo
interior, la mente y
el corazón. Esta
amistad era un acto
de reconocimiento y
arraigo. Cuando uno
tenía un Anam cara,
esa amistad
trascendía las
convenciones, la
moral y las
categorías. Uno
estaba unido de
manera antigua y
eterna con el amigo
espiritual. Esta
concepción celta no
imponía al alma
limitaciones de
espacio ni tiempo.
El alma no conoce
jaulas. Es una luz
divina que penetra
en ti y en tu otro.
Este nexo despertaba
y fomentaba una
camaradería profunda
y especial. Juan
Casiano dice en sus
Colaciones que este
vínculo entre amigos
es indisoluble:
«Esto, digo, es lo
que no puede romper
ningún azar, lo que
no puede cortar ni
destruir ninguna
porción de tiempo o
de espacio; ni
siquiera la muerte
puede dividirlo».
En la vida todos
tienen necesidad de
un Anam cara, un
«amigo espiritual».
En este amor eres
comprendido tal como
eres, sin máscaras
ni pretensiones. El
amor permite que
nazca la
comprensión, y ésta
es un tesoro
invalorable. Allí
donde te comprenden
está tu casa. La
comprensión nutre la
pertenencia y el
arraigo. Sentirte
comprendido es
sentirte libre para
proyectar tu yo
sobre la confianza y
protección del alma
del otro.
Pablo
Neruda describe este
reconocimiento en un
bello verso: «Eres
como nadie porque te
amo». Este arte del
amor revela la
identidad especial y
sagrada de la otra
persona. El amor es
la única luz que
puede leer realmente
la firma secreta de
la individualidad y
el alma del otro. En
el mundo original,
sólo el amor es
sabio, sólo él puede
descifrar la
identidad y el
destino.
El Anam cara es un
don de Dios. La
amistad es la
naturaleza de Dios.
La idea cristiana de
Dios como Trinidad
es la más sublime
expresión de la
alteridad y la
intimidad, un
intercambio eterno
de amistad. Esta
perspectiva pone al
descubierto el bello
cumplimiento del
anhelo de
inmortalidad que
palpitaba en las
palabras de Jesús:
«Os llamo amigos».
Jesús, como hijo de
Dios, es el primer
Otro del universo;
es el prisma de toda
diferencia.
Es el Anam cara
secreto de todos los
individuos. Con su
amistad penetramos
en la tierna belleza
y en los afectos de
la Trinidad. Al
abrazar esta amistad
eterna nos atrevemos
a ser libres. En
toda la
espiritualidad celta
hay un hermoso
motivo trinitario.
Esta breve
invocación lo
refleja:
Los Tres Sacrosantos
mi fortaleza son,
que vengan y rodeen
mi casa y mi fogón.
Por consiguiente, el
amor no es
sentimental. Por el
contrario, es la
forma más real y
creativa de la
presencia humana. El
amor es el umbral
donde lo divino y la
presencia humana
fluyen y refluyen
hacia el otro.
Extraído del Libro
“ANAM CARA” de John
O´Donohue
|